A.D.
Gurú Olympista
Aunque esto es un foro de fotografía, y es una imagen la que acompaña a este texto, mi propósito esta vez es invitar a la reflexión sobre las sensaciones y la percepción.
Si bien el proceso de captura de una imagen por un sensor de nuestras cámara es "quasi-lineal" (al margen de calidades, saturaciones y ganancias de la electrónica responden en relación directa al "chaparrazo" de luz que reciben), nuestro ojo y cerebro sabe cómo ver luces y sombras para que pocas veces se nos quemen las luces o empasten las sombras. El ojo y el cerebro son listos y avispados, sabiendo aplicar el algoritmo adecuado para conseguir "ver bien" toda la escena (salvando las disfunciones habituales sobre la formación de la imagen, como miopías, astigmatismos y otras lindezas de las que diplomados en óptica y oftalmólogos son mucho más duchos que yo).
La técnica de revelado que mejor se adapta a este comportamiento del ojo humano, que yo conozca, es el HDR. De varias fotografías realizadas con distinta exposición de un mismo objeto, se obtiene una imagen agrupando "lo mejor de cada toma" tal y como nuestro ojo y cerebro hacen de forma inconsciente. Sé que aquellos que sabéis más sobre óptica, medicina y captura y procesado de imágenes le pondréis mucho más rigor a estas líneas. Hacedlo, si así lo consideráis.
Pues bien, dispuesto a intentar plasmar en una imagen, este peculiar comportamiento humano cuando miramos algo, me dirigí a un templo; coloqué la cámara, sobre un trípode, tomando como referencia la altura de un fiel arrodillado que contempla la imagen, alzando la mirada en pleno proceso de oración. Y el HDR para intentar homogeneizar lo que yo creo que hoy en día, con la iluminación eléctrica actual, observa quien reza.
¿No os asusta? ¿No os produce cierta sensación de pequeñez frente a la majestuosidad (permitidme el término) de la imagen? Pues ahora pensad en una época donde la cultura no estaba tan extendida; la iluminación era por medio de velas y todo estaba cubierto por el hollín desprendido. Todo era un juego de luces (muy pocas) y sombras (muchas) que se movían pues el viento agitaba las llamas que iluminaban la escena.
Y ahora que cada uno deduzca si pudo esto hacer que la realidad se viera aumentada y corrieran leyendas, milagros, revelaciones y profecías. Las imágenes han contado historias y han sido nuestra hemeroteca y registro de sucesos, historias, leyendas, hechos reales o tan solo habladurías.
Hoy los publicistas trabajan esa percepción; pero quizá sin saberlo, nuestros mayores, se vieron inmersos en algo muy parecido. Quizá es por eso que la fotografía emociona.
¿Aún estáis leyendo, con lo largo que lo he hecho esta vez? Gracias y enhorabuena por aguantar el rollo. Y ahora, sin entrar en ninguna disquisición de fe, que allá cada uno con sus creencias ¿Os atrevéis a comentar el tema? ¿Cómo percibe la realidad nuestro cerebro? ¿Cuándo y por qué una imagen emociona? ¿Por qué solo las estampas del natural impactan, y en foto sólo cuando adoptamos esa similitud con lo que subconscientemente hacemos?
Es vuestro turno, pero sólo si lo creéis conveniente.
Si bien el proceso de captura de una imagen por un sensor de nuestras cámara es "quasi-lineal" (al margen de calidades, saturaciones y ganancias de la electrónica responden en relación directa al "chaparrazo" de luz que reciben), nuestro ojo y cerebro sabe cómo ver luces y sombras para que pocas veces se nos quemen las luces o empasten las sombras. El ojo y el cerebro son listos y avispados, sabiendo aplicar el algoritmo adecuado para conseguir "ver bien" toda la escena (salvando las disfunciones habituales sobre la formación de la imagen, como miopías, astigmatismos y otras lindezas de las que diplomados en óptica y oftalmólogos son mucho más duchos que yo).
La técnica de revelado que mejor se adapta a este comportamiento del ojo humano, que yo conozca, es el HDR. De varias fotografías realizadas con distinta exposición de un mismo objeto, se obtiene una imagen agrupando "lo mejor de cada toma" tal y como nuestro ojo y cerebro hacen de forma inconsciente. Sé que aquellos que sabéis más sobre óptica, medicina y captura y procesado de imágenes le pondréis mucho más rigor a estas líneas. Hacedlo, si así lo consideráis.
Pues bien, dispuesto a intentar plasmar en una imagen, este peculiar comportamiento humano cuando miramos algo, me dirigí a un templo; coloqué la cámara, sobre un trípode, tomando como referencia la altura de un fiel arrodillado que contempla la imagen, alzando la mirada en pleno proceso de oración. Y el HDR para intentar homogeneizar lo que yo creo que hoy en día, con la iluminación eléctrica actual, observa quien reza.
¿No os asusta? ¿No os produce cierta sensación de pequeñez frente a la majestuosidad (permitidme el término) de la imagen? Pues ahora pensad en una época donde la cultura no estaba tan extendida; la iluminación era por medio de velas y todo estaba cubierto por el hollín desprendido. Todo era un juego de luces (muy pocas) y sombras (muchas) que se movían pues el viento agitaba las llamas que iluminaban la escena.
Y ahora que cada uno deduzca si pudo esto hacer que la realidad se viera aumentada y corrieran leyendas, milagros, revelaciones y profecías. Las imágenes han contado historias y han sido nuestra hemeroteca y registro de sucesos, historias, leyendas, hechos reales o tan solo habladurías.
Hoy los publicistas trabajan esa percepción; pero quizá sin saberlo, nuestros mayores, se vieron inmersos en algo muy parecido. Quizá es por eso que la fotografía emociona.
¿Aún estáis leyendo, con lo largo que lo he hecho esta vez? Gracias y enhorabuena por aguantar el rollo. Y ahora, sin entrar en ninguna disquisición de fe, que allá cada uno con sus creencias ¿Os atrevéis a comentar el tema? ¿Cómo percibe la realidad nuestro cerebro? ¿Cuándo y por qué una imagen emociona? ¿Por qué solo las estampas del natural impactan, y en foto sólo cuando adoptamos esa similitud con lo que subconscientemente hacemos?
Es vuestro turno, pero sólo si lo creéis conveniente.